Para alguien como yo de una cierta edad y con más de treinta años en el sector, creo que mis experiencias, incluso vivencias pueden aportar datos de información para que sean transformadas en conocimiento.
En los años sesenta, trabajar en el sector turístico era un lujo o privilegio comparado a los trabajos que tenían acceso mis compañeros de instituto, ya que mis padres me “obligaban” en la época vacacional a trabajar, para poder ayudar a soportar el coste de los libros del curso siguiente y de paso seguía formándome, el sueldo en aquella época no era relevante, los valores mas ponderados por parte de mis padres, eran tenerme ocupado, controlado y de paso adquirir formación ( figura del aprendiz, hoy desaparecida, al menos en aquel modelo).
Empecé de botones, arrastrando un carro metálico muy pesado, cargado de equipajes que debía recoger en la estación de tren de Calella de la Costa, de donde procedían la mayoría de clientes Alemanes de las agencias, Touropa, Hummel, Dr. Tigues, Scharnow, o lo que hoy conocéis los mas jóvenes por TUI, (Tourist Unión Internacional) que son las siglas de la unión de estas compañías, después de cuatro días de viaje llegaban los clientes, a pesar del cansancio del viaje me ayudaban a empujar el carro (yo solo no podía) debían alojarse en el Hotel Goya, digo debían, porque el citado Hotel tenia como quince anexos, pero solo se publicitaba en los catálogos el Original.
Eso eran mis jornadas, de la estación al hotel y después a los diferentes anexos, día tras otro, cuando no eran llegadas de autocar procedentes de los transfer de los aeropuertos (Barcelona, Perpignan y Girona mas tarde) ganaba mas con las propinas que de mi sueldo, que a finales de los sesenta era de unas cuatro mil pesetas al mes, además comía en el hotel (mejor que en casa).
Al ser dependiente del departamento de recepción, también debía apoyar en los turnos de comedor, lo que hacia que trataras con los clientes entregando llaves, rellenando las fichas de policía, distribuir los pasaportes, incluso haciendo tareas de llenado de formularios, panadería, recogida de lavandería, llevar correspondencia a las agencias de viajes, eso lo hacías porque te gustaba, (el sueldo era por empujar el carro), empezaba la jornada a las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche, (sin descanso semanal), si no había que esperar algún autobús, con retraso de los aeropuertos, pero nunca mas allá de la media noche, recuerdo que los días de fuerte afluencia llegaba a casa destrozado, solo tenia ganas de tumbarme y dormir.
La jefe de recepción, Victoria, fue una persona muy influyente en mi formación turística, tubo mucha paciencia conmigo, ( a veces por la tarde en horario de baja afluencia, nos concedía una hora libre ) aprendí mucho con ella, cuando teníamos algún respiro me contaba cosas de la profesión y me enseñaba a hacer otras, como a manejar un telex (había que escribir el texto en una fina bobina donde se taladraba el texto, para que al pasarla tuviera siempre la misma cadencia, con la línea telegráfica asignada) todo un sistema tecnológico.
Me enseño para qué servia aquella especie de pizarra alargada que ocupaba toda la pared del minúsculo despacho llena de tiras de papelitos de colores llamado Planning, me dijo que era una palabra inglesa, significaba planificar
Las llamadas telefónicas aun había que pedirlas a centralita de la compañía, operar con la centralita de clavijas fue todo un aprendizaje.
Un día le pregunte, que eran aquellas libretas tan grandes, que a diario y en horarios coincidentes la ocupaban y se molestaba mucho si la interrumpíamos, me dijo que era la “Main courrant”, aquello debía ser como la Biblia, tenia un cierto halo de ser el secreto mejor guardado de la empresa, ya que dormían en el despacho del Director, cerrado bajo llave. Vendíamos postales, sellos, y a veces nosotros (los botones) cobrábamos a los clientes, el peor día de la semana era el viernes, venia el Sr. Vicente (contable) empleado de banca, jamás le vi. Sonreír, era el día de cuadrar caja.
Aquella etapa de mi vida fue de formación constante, aprendí que en Europa se vivía de manera distinta a como vivíamos aquí, vestían prendas distintas, hablaban de política, (aquí era tabú), bebían como cosacos, un cuba-libre valía 15 pesetas, te pagaban con una moneda de 25 y el resto era de propina, las chicas se dejaban besar, sus padres las dejaban que fueran contigo a la discoteca, pero de eso hablaremos mas adelante, había un negocio en recepción que era el cambio de divisa, cada dos por tres me mandaban al banco, llevaba un sobre y volvía con otro, no sabia lo que había dentro, hoy se que había mucho dinero.
Los guías (todos extranjeros), eran nuestros aliados, hablaban bien a los clientes de nosotros (los botones) les pedían que si estaban contentos con nuestro servicio, que nos dieran propina, que majos.
Aprendí a fumar tabaco de balde, debía hacerlo a escondidas, ya que no tenia edad para hacerlo en publico, los clientes que nos pillaban, cuando se iban si les sobraba alguna cajetilla nos la daban a escondidillas a modo de propina, que rico estaba el Benson and Hedges, H&B etc.…
Hablar con ellos, facilitaba la practica dialéctica en diferentes idiomas, se notaba en el instituto al invierno siguiente sobre todo en las clases de ingles, los que habíamos trabajado en verano en los hoteles, podíamos sacar pecho, mientras que las chicas, las compañeras de clase, tenían recelos de hacer amistad con nosotros ya que en semana santa se rompían los noviazgos por celos, sabían que preferíamos a las extranjeras.
En el próximo relato os hablare de cómo me fue como ayudante de recepción en las siguientes temporadas.
En los años sesenta, trabajar en el sector turístico era un lujo o privilegio comparado a los trabajos que tenían acceso mis compañeros de instituto, ya que mis padres me “obligaban” en la época vacacional a trabajar, para poder ayudar a soportar el coste de los libros del curso siguiente y de paso seguía formándome, el sueldo en aquella época no era relevante, los valores mas ponderados por parte de mis padres, eran tenerme ocupado, controlado y de paso adquirir formación ( figura del aprendiz, hoy desaparecida, al menos en aquel modelo).
Empecé de botones, arrastrando un carro metálico muy pesado, cargado de equipajes que debía recoger en la estación de tren de Calella de la Costa, de donde procedían la mayoría de clientes Alemanes de las agencias, Touropa, Hummel, Dr. Tigues, Scharnow, o lo que hoy conocéis los mas jóvenes por TUI, (Tourist Unión Internacional) que son las siglas de la unión de estas compañías, después de cuatro días de viaje llegaban los clientes, a pesar del cansancio del viaje me ayudaban a empujar el carro (yo solo no podía) debían alojarse en el Hotel Goya, digo debían, porque el citado Hotel tenia como quince anexos, pero solo se publicitaba en los catálogos el Original.
Eso eran mis jornadas, de la estación al hotel y después a los diferentes anexos, día tras otro, cuando no eran llegadas de autocar procedentes de los transfer de los aeropuertos (Barcelona, Perpignan y Girona mas tarde) ganaba mas con las propinas que de mi sueldo, que a finales de los sesenta era de unas cuatro mil pesetas al mes, además comía en el hotel (mejor que en casa).
Al ser dependiente del departamento de recepción, también debía apoyar en los turnos de comedor, lo que hacia que trataras con los clientes entregando llaves, rellenando las fichas de policía, distribuir los pasaportes, incluso haciendo tareas de llenado de formularios, panadería, recogida de lavandería, llevar correspondencia a las agencias de viajes, eso lo hacías porque te gustaba, (el sueldo era por empujar el carro), empezaba la jornada a las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche, (sin descanso semanal), si no había que esperar algún autobús, con retraso de los aeropuertos, pero nunca mas allá de la media noche, recuerdo que los días de fuerte afluencia llegaba a casa destrozado, solo tenia ganas de tumbarme y dormir.
La jefe de recepción, Victoria, fue una persona muy influyente en mi formación turística, tubo mucha paciencia conmigo, ( a veces por la tarde en horario de baja afluencia, nos concedía una hora libre ) aprendí mucho con ella, cuando teníamos algún respiro me contaba cosas de la profesión y me enseñaba a hacer otras, como a manejar un telex (había que escribir el texto en una fina bobina donde se taladraba el texto, para que al pasarla tuviera siempre la misma cadencia, con la línea telegráfica asignada) todo un sistema tecnológico.
Me enseño para qué servia aquella especie de pizarra alargada que ocupaba toda la pared del minúsculo despacho llena de tiras de papelitos de colores llamado Planning, me dijo que era una palabra inglesa, significaba planificar
Las llamadas telefónicas aun había que pedirlas a centralita de la compañía, operar con la centralita de clavijas fue todo un aprendizaje.
Un día le pregunte, que eran aquellas libretas tan grandes, que a diario y en horarios coincidentes la ocupaban y se molestaba mucho si la interrumpíamos, me dijo que era la “Main courrant”, aquello debía ser como la Biblia, tenia un cierto halo de ser el secreto mejor guardado de la empresa, ya que dormían en el despacho del Director, cerrado bajo llave. Vendíamos postales, sellos, y a veces nosotros (los botones) cobrábamos a los clientes, el peor día de la semana era el viernes, venia el Sr. Vicente (contable) empleado de banca, jamás le vi. Sonreír, era el día de cuadrar caja.
Aquella etapa de mi vida fue de formación constante, aprendí que en Europa se vivía de manera distinta a como vivíamos aquí, vestían prendas distintas, hablaban de política, (aquí era tabú), bebían como cosacos, un cuba-libre valía 15 pesetas, te pagaban con una moneda de 25 y el resto era de propina, las chicas se dejaban besar, sus padres las dejaban que fueran contigo a la discoteca, pero de eso hablaremos mas adelante, había un negocio en recepción que era el cambio de divisa, cada dos por tres me mandaban al banco, llevaba un sobre y volvía con otro, no sabia lo que había dentro, hoy se que había mucho dinero.
Los guías (todos extranjeros), eran nuestros aliados, hablaban bien a los clientes de nosotros (los botones) les pedían que si estaban contentos con nuestro servicio, que nos dieran propina, que majos.
Aprendí a fumar tabaco de balde, debía hacerlo a escondidas, ya que no tenia edad para hacerlo en publico, los clientes que nos pillaban, cuando se iban si les sobraba alguna cajetilla nos la daban a escondidillas a modo de propina, que rico estaba el Benson and Hedges, H&B etc.…
Hablar con ellos, facilitaba la practica dialéctica en diferentes idiomas, se notaba en el instituto al invierno siguiente sobre todo en las clases de ingles, los que habíamos trabajado en verano en los hoteles, podíamos sacar pecho, mientras que las chicas, las compañeras de clase, tenían recelos de hacer amistad con nosotros ya que en semana santa se rompían los noviazgos por celos, sabían que preferíamos a las extranjeras.
En el próximo relato os hablare de cómo me fue como ayudante de recepción en las siguientes temporadas.
4 comentarios:
Qué bueno eres, tío.
Sigue hablando, que dejas huella.
Gracias por el relato. Es curioso er cómo han ido evolucionando las cosas, las tareas, incluso los clientes. Ellos mismos están ahora más deshumanizados.
Por cierto, aún se habla de la "Mano corriente", pero ya no es un secreto. Cualquiera puede calcularla, si se accede a los datos, claro.
Yo tengo 39 años, levo 12 en el sector y he llegado a ver el planning manual y lleno de colorines. Es increíble la evolución.
Sigue hablando, maestro, que es conveniente conocer de dónde venimos. Casi tanto como a dónde vamos.
Un abrazo,
Rafa
ya te lo he dicho mas de una vez joan, gracias por estos relatos!
un abrazo
edu
Joan... que tiempos... yo recuerdo mi primer trabajo de verano... en un chiringito de playa vendiendo helados y poniendo cocacolas y patatas fritas para comprarme una moto ja ja ja .
Gracias por tu relato
Apreciado Joan:
gracias por estos relatos. Con ellos y con la experiencia de alguien como tú aprendemos todos!!!.
PD: se los daré a leer a las generaciones que ahora en tres meses ya quieren serlo todo. A su debido tiempo...
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