Llevo toda una vida en el sector turístico, los que me conocéis sabéis como
pienso y actuó tanto en la vida real como en la virtual, que para mí no hay
diferencias, a menudo los que me conocen lo resumen con una frase, “cuando te
leo es como si te oyera”.
La otra tarde estuve hablando con un buen amigo que me pedía consejo, eso
se me da bien, decir a los demás lo que tienen o deberían hacer, aunque nunca
acierto y ellos pagan mis errores, a los que pido disculpas de antemano.
Hace poco me pidieron que hiciera una reflexión acerca de la implementación
de las nuevas tecnologías aplicadas al sector turístico, y prometí hacerlo pero
necesitaba algo de tiempo, raro en mi ya que mi carácter impulsivo y
extrovertido (rara mezcla) a menudo me juega malas pasadas, pero esta vez he
intentado tomarme mi tiempo y analizar.
Centre mi análisis en cómo se utilizan las distintas herramientas en el
sector turístico, la mayoría de ellas se concentran en una ínfima parte de la
actividad, la de la comercialización y o distribución, la del dinero.
Las mayores empresas que hoy conocemos, son portales, motores, plataformas,
muy enfocadas en la reserva, algunas
para hacerlo atractivo o apetitoso añaden complementos, como espacio de críticas
o valoraciones del servicio obtenido y poco más.
Si entendemos la actividad turística por actividad de servicios y que una
parte fundamental es la mecánica que nos proporciona la relación persona/persona,
nada mejor que ofrecer al cliente una sonrisa y una mirada a sus pupilas, con
el sistema esto desaparece, relegando la interacción a una mera transacción económica,
basada exclusivamente en el factor precio.
Las relaciones mercantiles que nos proporcionaba el contacto presencial, se
ha esfumado, ya nadie conoce a un jefe de contratación, directores generales de
grandes operadores, y dejamos en manos de contratos telemáticos la producción futura,
sin embargo se sigue asistiendo a ferias relegando el cierre de la entrevista o
entrevistas a una dirección web “mírate mi página” y hablamos.
No voy a entrar en la venta presencial que facilitaba al cliente su relación
con su agente de viajes de confianza, el cliente conoce perfectamente dónde
buscar y encontrar sin salir de casa, solo cuando tiene problemas se acuerda
del amigo de la agencia que
probablemente ya no esté allí esperándole con su sonrisa y predisposición a
justificar la diferencia entre su tarifa y la de Internet.
A donde me lleva este breve análisis,
que no hare mas extensivo por no aburrir, a unas conclusiones (las mías) que
pueden ser o no compartidas.
La mecanización del proceso ha convertido el trato o servicio al cliente en
una acción superflua.
La finalidad de los operadores no es servir al cliente, es facilitarle la
mejor tarifa, se está banalizando la actividad.
Si siempre nos habíamos quejado de la sobre valoración de los servicios basados
en el factor Precio, ahora más que nunca está vigente.
No estoy comparando una actividad y una forma de proceder con otra, me
limito a describir la percepción puntual.
No podemos tener un discurso de empresas de servicios, cuando en realidad
somos promotores de ofertas (en el caso de los nuevos operadores).
Lo descrito anteriormente, ni es bueno ni malo, ni cierto ni falso, ni
mejor ni peor, sencillamente está cambiando los procesos de la actividad, y este
periodo de ajustes entre lo conocido con
lo actual mas la penetración de lo que hoy están diseñando ira conformando el
futuro de la actividad.
Yo me quedo con lo de siempre, prefiero hablar con mi cliente, mirarle,
describir el lenguaje corporal, estrecharle la mano si cerramos la operación a comer
con el (si la operación lo permite).
Mi objetivo empresarial lo comparto
con Lluís Bassat, “no estoy en este negocio solo para ganar dinero, estoy para hacer bien o muy
bien una actividad, solo de hacerlo así ganare dinero con ello”.
El cliente tiene que seguir siendo el centro de mi razón de ser, el día que
la razón de ser sea una maquina, me retiro.